Cuando el mundo empezaba a despertar del letargo de la pandemia y sus nefastas consecuencias para el turismo mundial, como salido de una película de terror, dio inicio la injustificable agresión e invasión de Ucrania por parte de Rusia… seamos honestos, por parte de Putin. La mayoría de los rusos no están a favor de estas acciones.
Las previsiones de los entendidos apuntaban que para este verano las cifras de turistas se acercarían bastante a las cifras prepandemia. Sin embargo, una decisión unilateral por parte de un obseso expansionista, ha echado por tierra cualquier previsión estadística.
A los pocos días de iniciada la agresión y empezaran a conocerse las primeras sanciones, quedó suspendido el programa turístico entre Rusia y nuestra Isla de Margarita. Si bien es cierto que dichos turistas no gastaban ni un dólar en nada más allá de los servicios precontratados a los hoteles, según reportaban casi a diario por distintos medios tanto habitantes como turoperadores insulares, algún ingreso se había empezado a generar en la industria hotelera de la región, que buena falta le hacía.
Pero el mercado margariteño es minúsculo en comparación con el flujo de turistas rusos que recibían otros destinos. Entre ellos el más importante era sin duda Turquía, seguido de cerca por Egipto, Chipre y Grecia. Países receptivos más pequeños como Andorra, si bien no recibían un elevado número de turistas provenientes de Rusia, en términos porcentuales si representaban una cantidad importante para el pequeño principado.
España, concretamente Cataluña, recibía un buen número de turistas rusos, pero más que la cantidad de visitantes de ese país, lo que más golpeará la maltrecha economía turística catalana será la disminución en ingresos que ello significa, pues el turista ruso gastaba de media durante su estadía unos €415 más que turistas de otras nacionalidades.
Situación similar se prevé en destinos de lujo como Suiza y Mónaco, donde la clase pudiente rusa solía ir de viaje para sus vacaciones. Ahora todo ha quedado en suspenso luego de las prohibiciones de vuelo a aeronaves rusas en buena parte del territorio europeo. Incluso Aeroflot, la línea bandera rusa, ha suspendido todos sus vuelos internacionales a excepción de Minsk, capital de Bielorrusia, país aliado en esta absurda aventura intervencionista.
De momento las agencias noticiosas reportan cifras de bajas civiles y militares, equipos militares destruidos, daños causados etc. Pronto veremos también las repercusiones de este nuevo golpe al turismo mundial, esta vez no por un virus de dudosa procedencia sino por algo aun más letal cuyo alcance aun desconocemos, la ambición de poder de un ególatra con mas de 20 años en el poder.
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