lunes, 26 de octubre de 2015

Las Islas de Nadie (1)

Cuando estudié en el colegio (no hace tantos años), nos enseñaron que Venezuela estaba conformada por 20 Estados, dos Territorios Federales, el Distrito Federal y las Dependencias Federales. Desde aquel entonces hasta ahora, a los Territorios Federales les dieron un “up-grade” y los elevaron a la categoría de Estado. Al Distrito Federal por su parte, le quitaron el Departamento Vargas para convertirlo en estado también. Mientras tanto, las Dependencias Federales siguen ahí, inmutables. Ahora Venezuela esta conformada por 23 estados, el Distrito Capital y las Dependencias Federales.

Pero ¿qué son las Dependencias Federales? Según el Articulo 17 de “La Bicha” (como la llamaba Chávez) "Las dependencias federales son las islas marítimas no integradas en el territorio de un Estado, así como las islas que se formen o aparezcan en el mar territorial o en el que cubra la plataforma continental. Su descripción, posición geográfica, régimen y administración estarán señaladas en la ley." 



distribución de las Dependencias Federales

Si dichas islas llevan por nombre “Dependencias Federales” quiere decir que dependen de alguien… entonces, ¿De quién dependen las Dependencias? Según la Ley orgánica de las Dependencias Federales de 1938 en vigencia hasta 2011, todo lo relativo al gobierno y administración de dichas dependencias corresponde directamente al Ejecutivo Federal (Art.3) Están bajo la administración de la Dirección Nacional de Coordinación del Desarrollo Fronterizo y de las Dependencias Federales. Actualmente existen varias propuestas de solución para la condición ambigua de las Dependencias Federales. Algunas corrientes sostienen que las islas deben ser integradas a los territorios de los Estados Federales más cercanos, y otras, que deben ser elevadas a la categoría de Estado dentro de la Federación para así impulsar su desarrollo sostenible a todos los niveles, sin disgregar la identidad que han desarrollado como conjunto geográfico y cultural.

En lo personal, me inclino por lo primero. Las islas debieran ser integradas al estado al cual se encuentren más próximas. Ello permitiría su desarrollo turístico, pero a la vez generaría el compromiso, por parte de los estados que las posean, de cuidar y mantener su ecosistema, así como propiciar un desarrollo sustentable y sostenible de dichas islas. No obstante, el 15 de octubre de 2011 la presidencia de la república de Venezuela emitió un decreto con rango, valor y fuerza de ley orgánica que creó una nueva legislación para las Dependencias Federales, mediante una nueva ley orgánica que deroga la de 1938 y que establece que la organización política y administrativa de las dependencias se articulará a través de territorios insulares y los distritos menores de desarrollo. El 27 de octubre la ley fue avalada por el Tribunal Supremo de Justicia y fue publicada en Gaceta Oficial.

En agosto de 2011 la presidencia de la república en uso de atribuciones legislativas habilitantes promulgó la ley de creación del primer territorio insular de las Dependencias Federales denominado Territorio Insular Miranda con capital en Gran Roque, abarcando el sector central de las Dependencias Federales, Los Roques, Las Aves y La Orchila. A pesar de ese decreto ley, Los Roques sigue igual que antes de 2011 y las otras islas también. Mucha retórica y poca acción. La verdad es que la mayoría de estas islas son unas joyas, con un potencial turístico enorme, bien administradas y en buenas manos generaría una importante cantidad de divisas para el país. En próximas entregas, exploraremos las enormes posibilidades turísticas que hay en ellas.



lunes, 12 de octubre de 2015

Ventanas Rotas (3)

Por allá por la década de los años 40 del siglo pasado se inició la construcción de las urbanizaciones La Castellana y Altamira, la ciudad de caracas cambiaría en los próximos 20 años más que lo que había cambiado desde su fundación en 1567, hasta entonces. 

El aledaño pueblo de Chacao sufriría más que una transformación, su destrucción. Las casas coloniales fueron sustituidas por edificios de poco atractivo arquitectónico y todo el acervo histórico del pequeño pueblo quedó relegado al nombre de algunas calles. En la Hacienda Blandín, San Felipe y La Floresta, que pertenecieron a Blandín y los padres Sojo y Mohedano, se cultivaron a gran escala las primeras plantaciones de café en 1784. Allí tenia su escuela de música el Padre Sojo, y las familias caraqueñas amantes de la música se trasladaban hasta allá para escuchar pequeños conciertos las tardes de los sábados.

No llegué a conocer el Chacao rural que sobrevivió hasta los años 40 del siglo XX, pero si llegué a conocer la Baruta de principios de los 70. La recuerdo muy parecida a cómo es El Hatillo, casitas de tejas y paredes blancas, el típico pueblo colonial venezolano, con algunos restaurantes antes de la entrada del pueblo y el famoso Montmartre a pocas cuadras de la iglesia. Sin embargo, en menos de 10 años Baruta se convirtió en un barrio más de la capital.

Hotel Majestic, Caracas.


¡Que distinta sería Caracas si la ciudad moderna hubiese respetado los cascos históricos! Si las nuevas edificaciones se hubiesen construido alrededor de los pueblos que existían en el valle capitalino. Tenemos a Usaquén y La Candelaria en Bogotá, los cascos históricos de Cartagena, Ciudad de Panamá y Quito como ejemplos cercanos, donde la arquitectura colonial se conserva, cuida y respeta.


Demolición del Hotel Majestic

El interior del país no escapa ese afán destructivo. Gente de la Corporación de Turismo de Miranda, por ejemplo, me comentaron alarmados como pueblos del interior del estado están convirtiéndose en barrios, demoliendo casitas coloniales para construir edificaciones de dos pisos más parecidos a una caja de zapatos con ventanas. El páramo merideño también sufre esa metamorfosis. El pueblo de Santo Domingo ya dejó de ser un típico pueblo andino para asemejarse más a un barrio de cualquier ciudad de Venezuela. Igual suerte correrán Mucuchíes y Apartaderos. En ambos se han levantado pequeños bloques de edificios de 3 a 5 pisos que rompen por completo con la arquitectura de la zona. En Apartaderos, un polideportivo, cual prominente verruga, se yergue en medio del pueblo, afeando toda la panorámica del mismo. Deseo dejar claro que estoy absolutamente a favor que humildes venezolanos puedan tener acceso a vivienda propia, lo que jamás entenderé ni apoyaré es el desmesurado esfuerzo por construir adefesios arquitectónicos. 

Los regímenes comunistas jamás se han destacado por la belleza de su arquitectura. Debe haber sido algo especialmente triste asistir a una escuela de arquitectura de cualquier universidad de la extinta Unión Soviética, y esta versión tropicalizada que padecemos aquí desde hace 16 años no tenía porque se diferente. Ya vimos como destruyeron el proyecto de El Paseo Vargas a los largo de la Av Bolivar, al construir “soluciones habitacionales” con planos traídos de Bielorrusia. En el páramo empiezan a surgir versiones a escala de estos edificios, mas pequeños, pero igual de feos, o casitas aptas para otros climas, pintadas en estridentes colores que quizá lucirían bien en El Saladillo, pero no en medio de las montañas andinas.

Hace unas décadas destruímos pueblitos coloniales en medio de la vorágine urbanista. Los gobiernos de turno, con instituciones débiles, no hicieron nada para evitarlo. Hoy en día pareciera que es el mismo gobierno desde donde se promueve la destrucción de lo poco que nos queda.

Espero que cuando salgamos de esta pesadilla roja y nos veamos en la necesidad de recurrir al turismo como fuente de divisas, las autoridades a cargo puedan revertir el proceso de destrucción de nuestros pueblitos.

Ya que el instituto de patrimonio es aun mas débil que el ministerio de ambiente, pueden las alcaldías, gobernaciones y sector privado, sensibilizarse a los habitantes de esos pueblos para que conserven su arquitectura, ya que es ese pueblito pintoresco lo que atrae al visitante. De lo contrario solo nos quedará ver cómo eran en los parques temáticos Los Aleros y La Venezuela de Antier. El programa Casas Blancas empleado por la Fundación Santa Teresa pudiera aplicarse para evitar el deterioro arquitectónico de los pueblitos en todo el país.

Tenemos excelentes ejemplos en Choroní o San Pedro del Rio en el Edo Táchira, donde sus pobladores han cuidado y mantenido las casas típicas del lugar, lo cual le proporciona al visitante un experiencia muchísimo más agradable y acogedora. El programa Casas Blancas empleado por la Fundación Santa Teresa pudiera aplicarse para evitar el deterioro arquitectónico de los pueblitos turísticamente explotables en todo el país y sensibilizar al habitante para hacerle ver la importancia de preservar su comunidad o pueblo lo más autentico posible.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Ventanas Rotas (2)

En el numero anterior hable sobre el experimento de la ventana rota y cómo la ciudad de Nueva York logro mejorar áreas y servicios considerados peligros. 

Una vez ha sido revertida la espiral del deterioro, quienes viven en esas zonas recuperadas cambian de actitud, se involucran e incorporan en el proceso de cambio y mejora. Es como la persona que se compra elegante ropa nueva, su actitud, su expresión y lenguaje corporal cambian. El individuo se siente bien, pues es consciente de su nueva apariencia. 


Vista de Casas Blancas, en El Consejo

Mucho hemos oído hablar de Ron Santa Teresa, el proyecto Alcatraz y cómo han incorporado jóvenes delincuentes a una vida productiva. Pero el proyecto ha ido mas allá. No solo han hecho de la estación El Consejo un destino turístico visitable en un día, para las ciudades del centro del país, sino que desde hace unos años están cambiando la fisonomía de las barriadas frente a la Estación. 

Hace mucho años, atendiendo la delegación de la Gran Bretaña para un congreso internacional sobre derecho del trabajo, una de las delegadas me comento que si los ranchos de Caracas los frisaran y pintaran de blanco, nuestras colinas y cerros se parecerían mucho a las islas griegas. Tal vez la urbanización de las laderas montañosas de las islas griegas empezaron como los barrios nuestros, quizá en sus inicios Positano se pareció a los ranchos caraqueños y con el transcurrir de los siglos terminó convirtiéndose en el atractivo destino turísticos que es hoy en día. Pero también quizás, tendríamos que dejar transcurrir varios siglos para que esa transformación llegase a las barriadas venezolanas. Afortunadamente, podemos acelerar ese proceso. Ya sucede en algunos lugares de México, en algunas favelas de Rio de Janeiro y también aquí en Venezuela. 



El programa Casas Blancas, liderado por la Fundación Santa Teresa, ha logrado recuperar más de 200 viviendas en la comunidad “Juan Moreno”, en El Consejo. Esta iniciativa de un grupo de empresas privadas, ha remozado externa e internamente un numero importante de casas. Las frisan, pintan de blanco (ya que este color es mas fresco y en la noche refleja mejor la luz- cosa que ya sabían en Grecia) y cambian el techo metálico de cinc por el rojo tipo cindu-teja. Es casi inmediata la transformación en la actitud de las personas que ahí residen. Mantienen limpia las áreas, recuperan espacios comunes y más importante aun, recuperan su dignidad y orgullo, con una caída drástica en los índices de criminalidad y delincuencia. Al igual que en las favelas recuperadas de Rio, han empezado a abrir pequeños locales de café y empanadas, para atraer a los visitantes que curiosos se acercan a ver qué esta pasando ahí. En Rio hay un movimiento turístico y gastronómico en las favelas, que le muestra al turista una cara desconocida del país. Acá estamos empezando a hacer lo mismo. 

Quizá, cuando nuevas autoridades tomen las riendas del país y el turismo sea prioridad, iniciativas como estas puedan impulsarse desde gobernaciones y alcaldías en alianza con el sector privado. Es una manera de reencontrarnos, reconciliarnos y reparar esas ventanas rotas que desgraciadamente tanto abundan.