Por allá a principios del siglo XVI, se originó la frase “el imperio en el que nunca se pone el sol”, la cual hacía referencia a los dominios bajo la corona de Carlos I de España, pues además de los territorios en América, también gobernaba parte de Italia, Países Bajos, islas en el Atlántico, ciudades en el norte de África, etc.
Sin embargo, la frase terminó de calar y hacerse efectivamente cierta bajo el reinado de su hijo Felipe II, quien añadió a la corona los archipiélagos de Micronesia y las islas Filipinas (llamadas así en su honor). Literalmente en los dominios de Felipe II nunca se ponía el sol, ya que en alguna parte del imperio era de día.
Casi 500 años más tarde, se encuentra esparcida por el mundo la diáspora venezolana la cual supera los 8 millones de personas. Para ponerlo en perspectiva, de los 194 países independientes en el mundo, 78 de ellos (un 40% del total de países) tienen una población inferior a 8 millones de habitantes.
Estos 8 millones de compatriotas han llevado consigo nuestra música, nuestra gastronomía, nuestro arte, nuestra literatura. Muchos han abierto negocios, emprendimientos, galerías, restaurantes, dando a conocer parte de nosotros, que hacemos, que comemos, como pensamos, etc.
Esta interacción ha generado curiosidad en algunos aventureros quienes, venciendo obstáculos y dificultades, han logrado visitar el país y mostrar en sus canales de redes sociales sus experiencias y vivencias, así como nuestros paisajes y nuestra gente.
Aunque no todos tienen esa posibilidad, si pueden conocer algo del país a través de la diáspora. En casi cualquier parte del mundo pueden degustar una arepa o una cachapa, igual en Nueva York o en Sídney, bien sea en un “food-truck” o en restaurant de la guía Michelin, o escuchar nuestra música o apreciar nuestro arte, sin que el país o lugar donde esto suceda haga mayor diferencia pues nos une una misma identidad, la cual es transmitida a los descendientes nacidos en el exterior de estos compatriotas exiliados, al igual que es compartida con los habitantes del país que los ha acogido.
De alguna manera pueden conocernos sin visitarnos… eso ya sucederá más adelante cuando las condiciones lo permitan, de momento nos conocen a través de nuestra gente, pues dejamos de ser el país al norte del sur, para convertirnos en el país donde nunca se pone el sol.