En el numero anterior hable sobre el experimento de la ventana rota y cómo la ciudad de Nueva York logro mejorar áreas y servicios considerados peligros.
Una vez ha sido revertida la espiral del deterioro, quienes viven en esas zonas recuperadas cambian de actitud, se involucran e incorporan en el proceso de cambio y mejora. Es como la persona que se compra elegante ropa nueva, su actitud, su expresión y lenguaje corporal cambian. El individuo se siente bien, pues es consciente de su nueva apariencia.
Vista de Casas Blancas, en El Consejo |
Mucho hemos oído hablar de Ron Santa Teresa, el proyecto Alcatraz y cómo han incorporado jóvenes delincuentes a una vida productiva. Pero el proyecto ha ido mas allá. No solo han hecho de la estación El Consejo un destino turístico visitable en un día, para las ciudades del centro del país, sino que desde hace unos años están cambiando la fisonomía de las barriadas frente a la Estación.
Hace mucho años, atendiendo la delegación de la Gran Bretaña para un congreso internacional sobre derecho del trabajo, una de las delegadas me comento que si los ranchos de Caracas los frisaran y pintaran de blanco, nuestras colinas y cerros se parecerían mucho a las islas griegas. Tal vez la urbanización de las laderas montañosas de las islas griegas empezaron como los barrios nuestros, quizá en sus inicios Positano se pareció a los ranchos caraqueños y con el transcurrir de los siglos terminó convirtiéndose en el atractivo destino turísticos que es hoy en día. Pero también quizás, tendríamos que dejar transcurrir varios siglos para que esa transformación llegase a las barriadas venezolanas. Afortunadamente, podemos acelerar ese proceso. Ya sucede en algunos lugares de México, en algunas favelas de Rio de Janeiro y también aquí en Venezuela.
El programa Casas Blancas, liderado por la Fundación Santa Teresa, ha logrado recuperar más de 200 viviendas en la comunidad “Juan Moreno”, en El Consejo. Esta iniciativa de un grupo de empresas privadas, ha remozado externa e internamente un numero importante de casas. Las frisan, pintan de blanco (ya que este color es mas fresco y en la noche refleja mejor la luz- cosa que ya sabían en Grecia) y cambian el techo metálico de cinc por el rojo tipo cindu-teja. Es casi inmediata la transformación en la actitud de las personas que ahí residen. Mantienen limpia las áreas, recuperan espacios comunes y más importante aun, recuperan su dignidad y orgullo, con una caída drástica en los índices de criminalidad y delincuencia. Al igual que en las favelas recuperadas de Rio, han empezado a abrir pequeños locales de café y empanadas, para atraer a los visitantes que curiosos se acercan a ver qué esta pasando ahí. En Rio hay un movimiento turístico y gastronómico en las favelas, que le muestra al turista una cara desconocida del país. Acá estamos empezando a hacer lo mismo.
Quizá, cuando nuevas autoridades tomen las riendas del país y el turismo sea prioridad, iniciativas como estas puedan impulsarse desde gobernaciones y alcaldías en alianza con el sector privado. Es una manera de reencontrarnos, reconciliarnos y reparar esas ventanas rotas que desgraciadamente tanto abundan.